Cuando llegaron los primeros automóviles a la Ciudad de México allá por 1903, eran muy pocos quienes podían darse el gusto de adquirir uno. La gran mayoría -el proletariado- se desplazaba a pie. En ese entonces era común escuchar frases como los de a pie también contamos, no me hagan menos por ser de los de a pie, ahí vienen los de a pie, ahora, en muchas zonas es más raro el que no tiene auto, por lo que esta expresión va quedando en el olvido. En un juego de palabras metafórico Relatos -de a pie- y unas galletitas para el camino, narra vivencias cotidianas capturadas en el ir y venir diario mientras -como un ciudadano común- te desplazas a pie o en transporte público por la CDMX. Situaciones fugaces únicas, algunos momentos crudos o personajes insólitos, de las que, quien va inmerso en su celular, jamás podrá ser testigo