La autora conjuga la conmoción de encuentros y desencuentros, de amores y desamores de quienes poseen una identidad apenas cristalizada, efervescente en reflejos y opacidades. La trama en sí resulta una propuesta sencilla y en ello radica el toque sublime de este libro.
Con toda certeza se puede afirmar que Reyna Barrera es discípula de la Woolf, de la Duras y de la Yourcenar quienes, sin temores, mostraron al mundo que el amor se manifiesta en todas partes y de todas las maneras.
Alma Rosa González