Fernand Deligny tiene una vida de oficio: hospitales psiquiátricos, profesor de niños inadaptados, retrasados e idiotas, director pedagógico de centros infantiles para delincuentes, coordinador de una red de acogida para chicos autistas. Todo el espectro de los pibes-problema. Pero su oficio no consiste en la acumulación de saberes técnicos, sino en una sensibilidad y una destreza singular para pararse y hacer equilibrio entre los pibes sin apoyarse en los facilismos ineficaces de la educación para la Disciplina o para la Libertad. Un realismo despiadado y amoroso, un pragmatismo sin muchas expectativas, abierto a lo impredecible.
En "Semilla de crápula" (1945), uno de sus primeros libros, ya aparecen esa sensiblidad y esa destreza que lo acompañarán durante toda su vida, bajo la forma de pequeños aforismos, anécdotas, imágenes y consejos que forman juntos una especie de antimanual para los educadores que quieren tramar esa alianza difícil y frágil con los pibes y contra "los enemigos de la infancia".