La reunión de estos trabajos de lectura obedece a la necesidad de explicitar una interlocución con tres autorías que han marcado la escena de discusiones de la postdictadura chilena y acaso latinoamericana. Escena que se resiste a la periodización que el pensamiento histórico le impone, que se exhibe como índice de una controversia más general sobre la representación histórica, y que en tanto tal cuestiona las propias categorías con que se busca representarla o adelantarla en el orden de la narración historiográfica.
Así, a partir del problema del nombre propio, de la firma y de la contrafirma, se expone a través de las rúbricas de Nelly Richard, Alberto Moreiras y Patricio Marchant un diferendo con el pensamiento histórico, con las lógicas de contextualización que les son consustanciales y con los esquemas de recepción que organizan la historia de las ideas y del pensamiento. Diferendo que es, a su vez, un diferendo de lectura, un cambio de ritmo en el modo de leer dominante en la disciplina histórica. Si el comentario se organiza a partir de una atención detenida en la edición de los textos, si la lectura se detiene en el uso de las traducciones, si se demora en el lugar que ocupan las referencias a pie de página en la construcción de los argumentos, es porque advierte en la ley del texto la ley de la historia. La afirmación no busca provocar, menos aún traer al presente pasadas querellas sobre la función referencial del lenguaje. En su parvedad, únicamente advierte de un principio de lectura, de una relación que se sustrae a un orden de relación, y que en ese mismo movimiento de sustracción hace visible una dificultad de leer, de aprehender aquello que se enseña o despunta en la lectura como imposibilidad de la lectura