Con esa capacidad del encantamiento que imprime a todos sus escritos, en este libro, la autora, primera mujer académica de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, suma a su encuentro con Jorge Luis Borges otros instantes de su memoria: la primera vez que acarició un libro a los 10 años de edad, el sereno consuelo que sigue encontrando en el lago de Atitlán, su infinita pasión por Freud, el insomnio y la tentación del suicidio. Sin concesiones para nadie, ni para la propia autora, este es un libro insumiso, distinto y liberador.