Con la publicación de El segundo sexo (1949) Simone de Beauvoir, musa del existencialismo, cerró lo que denominó su «período moral», iniciando nuevas investigaciones filosóficas orientadas al análisis de la condición de la mujer. A partir de esta obra, escogida por Susana Carro para articular su trabajo, se rastrea la crítica beauvoriana a la razón patriarcal, analizando las nuevas categorías propuestas para explicar la particular situación de la mujer en la sociedad occidental.
En la primera parte del volumen se estudia la tematización que Beauvoir hace del concepto de lo Otro en diálogo con Hegel, Levi-Strauss y Sartre, cómo lo esgrime para desenmascarar ciertos mitos y cómo llega hasta nuestros días a través de la particular interpretación del feminismo francés de la diferencia.
En la segunda parte se estudian las críticas beauvorianas al psicoanálisis clásico, analizando cómo fue capaz de enriquecer el psicoanálisis existencial y rastreando el legado de la autora francesa en las más diversas modulaciones feministas del psicoanálisis.
La tercera parte está destinada a estudiar el gran reto de la síntesis entre marxismo y existencialismo, las nuevas alianzas conceptuales que Beauvoir propone para el análisis de una historia de la que las mujeres han sido excluidas y la repercusión directa de Beauvoir sobre los feminismos marxista y socialista.
Pero la influencia de El segundo sexo durante los cincuenta años transcurridos desde su publicación va más allá del campo de la ética, extendiéndose a las más diversas manifestaciones estéticas. En el campo de las artes plásticas, las primeras interconexiones con el feminismo surgen de la impronta que la obra de Beauvoir provocó en artistas como Louise Bourgeois y Eva Hesse. Así, las renovadas fuerzas del feminismo de los años setenta cristalizan en una pluralidad de corrientes, iniciando la deriva de la ética hacia la estética. Es entonces cuando las mujeres artistas asumen su conciencia como colectivo y se configuran como movimiento que contribuye a la ampliación de los discursos estéticos, adoptando los rostros del vídeo, la fotografía o las nuevas tecnologías, y sirviéndose del body-art y la performance como medios que disuelven las categorías sujeto/objeto, arte/vida.