Dios creó al mundo comenzando por Lugano 1y2, y desde allí se mide todo: el humor, la infancia, el baile, las formas del amor, el ser individual y sus múltiples desmentidas, la pobreza, la riqueza, la facha y la fachada. El barrio no es protagonista de este libro sino ambiente y cauce para una exploración abierta, pilla e inocente a la vez, de la vida -sí, la vida en general, más acá de toda especialización-, desde una sensibilidad de crianza luganera. Pero lejos de toda estilización que cosifique al barrio como capital literario; el verdadero viaje es el retorno, donde no somos ya quienes éramos, y podemos, ahí sí, pintar nuestra aldea y ser universales.