Uno de los rasgos que define más cabalmente la Modernidad es el encuentro del ser humano con la pregunta acerca del fundamento de su libertad. En el ámbito de las relaciones políticas, la fundamentación del orden y la autoridad ya no puede basarse en Dios ni en la naturaleza, y queda supeditada a su tramitación en la coexistencia de los hombres. Esa ausencia de una instancia trascendente que nos permita diferenciar el bien del mal, lo justo de lo injusto, pone en cuestión nuestra propia capacidad de juzgar.
Claudia Hilb reflexiona sobre estas cuestiones a partir de un elemento común en las obras de Hannah Arendt, Claude Lefort y Leo Strauss: la interrogación tenaz de cada uno de ellos acerca de los problemas políticos y morales provocados por el advenimiento de regímenes totalitarios inéditos durante el siglo XX. Pensar estas experiencias de dominación implica afrontar el problema de cómo juzgar aquello que, precisamente, desafía nuestro juicio, y también reponer las preguntas acerca de qué es la libertad, qué es lo bueno, qué es lo justo. Si para Strauss esa interrogación tomará el camino de la reapertura de la llamada "querella entre Antiguos y Modernos", con el fin de revisar el supuesto triunfo de la filosofía moderna sobre la clásica, para Arendt comprender cómo fue posible el advenimiento del mal en su forma del exterminio exige también interrogarse acerca de nuestra capacidad de juzgar, y, finalmente, para Lefort implica la confrontación con las certezas que pretenden encarnar los totalitarismos del siglo XX.
En Abismos de la Modernidad, Claudia Hilb pone en evidencia un rasgo que comparten los tres grandes pensadores políticos del siglo XX con los que dialoga: "La radicalidad de un pensamiento sin concesiones, sin barandas, capaz de afrontar como pocos el desafío de pensar, contra modas, prejuicios e ideologemas, los problemas fundamentales de nuestro tiempo".