Los poemas de Actos de crueldad imaginan y tantean un mundo inestable en el que el cuerpo y la palabra están en constante mutación. En sus versos, el deseo, que es un deseo de comunión, hila las preguntas y las poquísimas certezas que toman forma mientras lo animal, lo vegetal y lo inorgánico se confunden. El tiempo aparece acá como una acumulación muy frágil, atravesada por una pulsión de vida voraz y abarcante que respira en "el idioma de los alvéolos".
Este libro propone una poética en la que la abstracción del pensamiento convive con imágenes hipnóticas, decadentes, y por momentos violentas como "el costillar de un cerdo / expuesto a las niñas / los huevos de las moscas", pero también luminosa, "que sabe decir la alegría del perro o reconocerse en la córnea de los grillos".