Somos pasajeras del auto en el que papá toma la etílica decisión de acelerar. Vemos las siluetas de los árboles sucederse entre la niebla, lloramos al oír el último gemido del animal bajo la llanta. De pronto estamos en casa y al otro lado del muro se escuchan las uñas de mamá, que desquiciada intenta destrozar la barrera que la separa de su pequeña Europa. Nos atraviesan, a veces, resplandores: el padre feliz mientras escucha música, cálido compañero de cocina; la madre como isla salvadora, remanso que contiene. Todos los días recibimos algo de la muerte; un patrimonio abismal que nos enraiza en la tierra.
¿Qué hacer con esta herencia? Vendrán el vómito que corroe tuberías, interminables procesos terapéuticos y medicamentos, las parejas sospechosamente parecidas a los progenitores. Pero llegará también la poesía; y es ahí donde nace la conmovedora voz de Heredar. Mediante un lenguaje -visual, textual- de una sensibilidad profunda, elocuente en sus formas de significar el blanco en la página, Anaïs Abreu DArgence nos encarna en esa mujer que se cuestiona cómo dialogar con un legado de docilidad, violencia y amor inestable para aflojar las manos que le rodean el cuello y permitirse, por fin, respirar.