Giorgio Agamben se ha vuelto ineludible en el mundo filosófico contemporáneo. Desde su primer libro, El hombre sin contenido (1970), han confluido en su pensamiento la estética y la iconografía, la lingüística, la teoría jurídica, la historia y el pensamiento político.
Con el objetivo central de investigar la situación metafísico-política de Occidente y una posible salida a lo que llama las "mistificaciones sangrientas del nuevo orden planetario", sigue el camino trazado por pensadores que van desde Aristóteles hasta Franz Kafka pasando por los Padres de la Iglesia y Tomás de Aquino, sin evitar huellas riesgosas como la de Carl Schmitt, y tomando, especialmente, aspectos diversos de la filosofía de Martin Heidegger, Walter Benjamin y Michel Foucault.
En la línea de este último, teoriza sobre la biopolítica, en tanto gestión política de la vida, pero, a diferencia del pensador francés, reconoce una estructura de poder muy antigua, cuya genealogía hace remontar a la Antigüedad occidental.