Vicente Rojo y Arnoldo Krause saben de libros los leen, por supuesto, pero también los frecuentan desde la órbita de sus especialidades: las artes platicas, el diseño editorial, la medicina, la bioética. Esta sociedad con los libros los devuelve también a su condición primigenia de objetos, de materia que pesa, huele y es grata al contacto (el artista y el médico son magos del tacto). La mirada de ambos personajes (penetrante, clínica) reconoce en el libro la sencilla etimología del vocablo. "artefacto": hecho con arte. De ese reconocimiento nace esta Apología del libro, un elogio amoroso que no descarta las transformaciones tecnológicas pero que tampoco carece de nostalgia por las bondades de la tinta.