El nacimiento de Xuela coincidió con la muerte de su madre. Su padre, carcelero de fondo y forma, le abandona siendo un bebé entregándola a una lavandera. Xuela crece y decide no tener hijos; decide incluso no formar parte de ninguna de las experiencias vitales asumidas por el resto de las personas. No quiere colaborar con el desconcierto que, para ella, emana de cualquier manifestación de emotividad y cotidianeidad. La vida pasa ante sus ojos y ella se rebela en todas y cada una de sus fases, convirtiendo en rabia su desamparo. Consciente hasta de los más mínimos detalles y gestos de quienes le rodean, Xuela representa la imagen más dura de la realidad cuando esta es observada desde la crudeza y la distancia.