En un pueblo del campo español, una casa se estremece. Se azotan las ventanas, se estrechan sus techos, los muros se lanzan sobre quienquiera que atraviese el umbral de su puerta. Dentro se escuchan voces, arañazos, llantos, un arrastrar de muebles. La casa pide cosas, tiene hambre. Sus habitantes, una abuela y su nieta, han aprendido a convivir con las sombras de los rincones, con los seres que se esconden debajo de las camas y los difuntos que llegan cansados de atravesar el monte. Construida con el dinero que el bisabuelo ganó prostituyendo mujeres, la casa es el patrimonio de una familia que junto con las paredes ha heredado el resentimiento y la rabia. Después de la guerra que devastó el territorio pero que conservó intactas las dinámicas del poder y las clases sociales, este hogar protege mientras ahoga. Más que un refugio, la casa es una condena, una maldición de la que no se puede escapar. Un lugar donde el rencor no deja de taladrar el cuerpo y el escenario perfecto para que ellas cocinen su venganza. Con un oficio literario excepcional, Layla Martínez ha contado una historia que ya es un acontecimiento literario en España y varios países más. Incursionando en el terror, Carcoma toca nuestras sensibilidades más profundas para despertar el miedo y la memoria agridulce de los vínculos familiares. Mientras coloca en su justa dimensión las violencias de género y de clase como auténticas historias de horror nos recuerda que el amor, el odio y el trauma también se heredan con la sangre.