Ninon Moise está maldita. Su madre Esther también, al igual que todas las primogénitas de su familia desde la Edad Media. Cada generación está marcada por una enfermedad, dolencia o achaque singulares: una de sus antepasadas fue la paciente cero de la peste danzante de Estrasburgo en el siglo XVI. Ninon ha crecido reconfortada y fascinada por esta fábula de extraños e inexplicables misterios médicos, contada un sinfín de veces por su madre desde su infancia. Sin estar del todo convencida, Ninon presiente que en algún momento podría formar parte de la maldición familiar. En efecto, su entrada en esta letanía de males aparece de repente una mañana en forma de un ardor insoportable en la piel, desde las muñecas hasta los hombros.