Hay en estos poemas de Jetzabeth Fonseca una atmósfera sombría, dolorosa, sin fingimiento. En ella, las palabras van dando luz a la oscuridad casi total por la que camina: un interior desolado que es descrito con brevedad y precisión. Es perceptible aquí el intento de conjurar la adversidad con lo único que tiene a mano: versos. Se hace presente también el deseo, tal vez inútil, de abandonar toda la realidad circundante, esa que trata de embellecer con una gargantilla para el cuello, o disfrazar para que nadie se asome al abismo que se lleva dentro. En muchos de estos breves poemas las imágenes centellean como espejos rotos, semienterrados en un paisaje de ruinas y desolación.
Baudelio Camarillo