Con mucha más frecuencia de la que nos gustaría, se ha comenzado a oír en América Latina que el feminismo o bien ya no tendría razón de ser, o bien habría agotado su potencial emancipador. Toda vez que sus demandas habrían sido incorporadas por las agendas de los distintos gobiernos latinoamericanos en los últimos años. De tal modo, las políticas de género se habrían convertido en las grandes aliadas a la hora de demostrar el paso de un orden conservador a uno de signo progresista. ¿Podemos llamar a esto feminismo?
Una crónica tiene que ver con el tiempo, con el tiempo que pasa y con el tiempo que queda anotado en brevísimos escritos. La reducida extensión de estos recortes de escritura no implica en absoluto discreción o modestia. A pesar de la velocidad máxima y la extensión mínima de la crónica, su interés está en intervenir. La crónica no oculta. Su vocación es la exposición. La política de la crónica está precisamente ahí, en la intervención del tiempo presente insistiendo en una posición que en ciertos momentos adquiere la suave forma del comentario y en otros la airada figura de la polémica.