Carolina Maria de Jesus escribe cada noche sobre las hojas que acaba de rescatar de la basura. Escribe con la respiración hambrienta de los hijxs llenando el aire de una casa hecha de madera y cartones. Escribe porque es el único territorio posible de justicia y, al igual que Nijinsky, sabe que en cada entrada de su diario, se está aferrando a la cordura. Pero sobre todas las cosas, esa mujer que se erige escritora sobre las ruinas diarias de la vida en la favela está otorgándole valor a su mirada sobre el mundo que la rodea, está escribiendo su deseo desde un Cuarto de Desechos y esa sola imagen se impone a la del hambre y al agotamiento. La imagen de Carolina recortando el cielo estrellado desde su ventana, imaginando que con él se podría hacer un vestido, esa imagen concentra toda la rebeldía y la belleza que es su marca de escritura.