iAglaya!; iSoy Pau!, necesito ayuda. Me detuvieron por un delito que no cometí. Los puños de Aglaya se tensan y las recién afiladas uñas se hunden en la palma de su mano, aunque no es eso lo que más le duele. Esa tarde renunció al litigio y ahora, con su hermana detenida, debe elegir entre cumplir los juramentos que le hizo a la madre en el lecho de muerte o las promesas acordadas con su pareja y consigo misma. Paulina representa todo lo que ella odia: risa simplona, modales amanerados, frivolidad de carácter y ojos lilas. No son capaces de compartir una taza de café, que Paulina toma con tres cucharadas de azúcar y Aglaya, siempre negro. Ser abogada de su hermana implica volver a los tribunales, enfrentar los fantasmas del pasado, renunciar a su pareja y, lo peor, convivir con Paulina. Aglaya es bella como la luna, decía mamá. Y Paulina como el sol. Y Aglaya, termina siempre eclipsada