Esta mañana yo tuve una idea, un cuento anudado a otros cuentos. Ya estaban allí tres de sus personajes, rodeaban mi mesa y me miraban con los ojos clavados en mis manos. Silenciosos, esperaban que yo les diera un nombre, que les dejara existir describiendo su rostro, dibujando sus viadas con mis dedos. Allí estaban los tres mientras yo bostezaba y esperaba que el agua rompiera a hervir y se mezclara con el grano de café recién molido. Ese olor de amanecer lleno de ideas, esa taza humeante, esa rutina de gestos familiares y felices.