Tanto en Europa como en América Latina, la democracia liberal se desmorona, se erosiona, implosiona. Su crisis no es nueva y sus formas de dominación siempre generaron resistencias. Pero hoy la crisis se agudiza: su estabilidad y su capacidad de adaptarse disminuyen en paralelo a la consolidación de fuerzas populista de carácter autoritario, sexista y racista que operan a través de la inseguridad social. En ese contexto, Lorey acude a un conjunto de pensadores de filosofía política (Rousseau, Derrida, Benjamin, Foucault, Negri), no solo para poner en tensión la matriz masculinista de los conceptos de pueblo, representación e instituciones, sino para delinear una democracia en presente (o presentativa), basada en las prácticas de cuidado, en la vincularidad y en la irreductibilidad de las responsabilidades. El presentativismo no se encuentra en una relación de negación dicotómica con la representación, sino que surge de una ruptura con las confrontaciones identitarias entre nosotrxs y ellxs, a través de un éxodo de los dualismos entre rechazo y acercamiento o consenso y conflicto. En medio del presentismo, este éxodo abre una vía para procesos constituyentes transversales, para una política más allá de la idea de mediación.