A primera vista, la recomendación de que los interesados en aprender a ejercer la terapia psicoanalítica se deben consagrar laboriosamente en estudiar a Freud, tiene un dejo de culto a la personalidad, un timbre evangélico, y parece sugerir que ninguna otra cosa es digna de estudio. Aunque es verdad que esta recomendación se ha interpretado de todas estas maneras, en perjuicio del psicoanálisis y estudiosos por igual, también tiene otra justificación contundente, que tiene que ver con la naturaleza íntima de esta ciencia: que en su historia sigue un curso verdaderamente racional en torno a un hilo conductor de necesidad lógica.