Las gloriosas promesas de la democracia liberal continúan transformándose en las tortuosas agonías del neoliberalismo, donde los mercados libres y la libertad humana son intercambiables. La desigualdad ha crecido. Los pobres se han vuelto más pobres. Los ricos continúan prosperando. El desastre ecológico amenaza en el horizonte. A medida que los pobres se vuelven más pobres, tienen menos influencias en las políticas y en los políticos, y votan menos. Y la democracia se deshace. Durante todo este tiempo la era digital continúa metiéndose bajo nuestra piel y en nuestro flujo sanguíneo, pues el estar en línea y siempre más conectados está imbricado en los ritmos y rituales de nuestra vida diaria - al mismo tiempo seduciéndonos con deleites de consumo, capturando y vendiendo nuestras huellas digitales y posibilitando y empoderando la expansión amplia y extensa de la movilización opositora.