Si tratamos de entender qué fue lo que ha quedado de las revoluciones árabes siguiendo a los grandes medios occidentales, podríamos responder que lo único que logró la deslumbrante irrupción de la juventud al llenar las plazas en 2011 fue propiciar una especie de sacudida para que se produjera una circulación de élites y que los poderes fácticos instalados prosiguieran con su dominación. Sin embargo, este libro nos permite ver de forma diferente a ese mundo árabe y calar hondo en sus últimos acontecimientos.
A lo largo de los apartados, el texto estudia los mecanismos del poder para mantener el statu quo y las muestras de contrapoder que intentaron acabar con la corrupción y el clientelismo. Se describe cómo algunos proyectos islamistas aprovecharon las circunstancias para llegar al poder y después las formas en las que fueron echados de él. Se discuten las consecuencias de la mutua satanización entre la militarización extranjera y el extremismo islámico, y se les describe como un choque de barbaries que expone cómo la islamofobia y la necropolítica sustituyeron al lenguaje contestatario de los jóvenes en los mismos medios que les vieron crecer.
Se ahonda en el capitalismo de la región y en sus dictaduras. En su conexión con el capital trasnacional. Son presentadas las paradojas de las formas autogestivas en las manifestaciones y de los modelos liberales a los que se aspiraba, mismos que llevaron a países como Grecia, España y Portugal a la quiebra económica.
El libro también desentraña la situación palestina y profundiza en la intifada internacional. Contrasta el tratamiento dado en occidente al caso Charlie Hebdo y a lo sucedido en Gaza, siempre con el mérito de realizar una contextualización histórica, social y política amplia que propone un realineamiento geopolítico regional para evitar que estas protestas se repitan y se expandan.
Ni Europa ni el Golfo Pérsico. Las protestas no debían expandirse a esas zonas. Ese fue el tono de la respuesta de los grandes actores de poder que apaciguaron la calle y la plaza, dos espacios desde donde se documentó la potente narrativa de la revolución, una que gritaba sus similitudes y diferencias con sus vecinos en una experiencia que vio emerger distintas protestas y reclamos que iban correspondiendo a exigencias grupales, estudiantiles, de mujeres y de muchos otros grupos que estaban juntos. Ante tan rica diversidad, el texto se da a la búsqueda de lo común en esa multiplicidad polivalente y encuentra cómo se expresan las resistencias pensando lo impensable y desafiando al poder de los medios, el capital trasnacional y las fuerzas armadas.