Pero tú supiste, tú entendiste que ahí estábamos nosotras las mujeres juntas en las rondas ancestrales y forjaste los alfabetos, las canciones de cuna para las madres, las lecturas de mujeres, los poemas para las mujeres locas, las siempre alucinadas, y hablaste sobre las llagas, esas zonas del dolor ancladas en los nacimientos, en el espacio donde la luz y el terror de la muerte que se transforma en vida pululan. Y tú que no fuiste madre, fuiste aún más madre que todas, y sin eufemismos hablaste. Sentiste lo que es llegar a alumbrar: dar una inmensa luz. (Marjorie Agosin)