Heridas con nombre y número. Grietas del tiempo que abren sus puertas y ventanas para dejarnos pasar hasta el desorden. Esta es la casa donde habita la ofrenda de su cuerpo; éste el lugar tomado por la fuerza disruptiva de su emotividad; aquí el sitio donde anida el sentido que la trasciende más allá del lenguaje. La poesía hospitalaria de Karla Sandomingo invita. No es necesario tener la dirección: la intimidad es un secreto a voces.
Carmen Villoro