En línea con la tradición de Susan Sontag y Elaine Scarry, Maggie Nelson se ha convertido en una de las principales críticas culturales con este ensayo sobre las representaciones de la crueldad y la violencia en el arte. Desde la poesía de Sylvia Plath hasta las pinturas de Francis Bacon, desde la franquicia de Saw hasta las performances de Yoko Ono o Marina Abramovic, desde el teatro de Antonin Artaud hasta las instalaciones de Santiago Sierra o Ana Mendieta, el sutil recorrido de Nelson a través del paisaje artístico ofrece un modelo de cómo unas férreas convicciones éticas se pueden conjugar con una defensa igualmente vigorosa del arte que pone a prueba los límites del «buen gusto», el tabú y lo tolerable.