Según el funesto diagnóstico que realiza a finales del siglo xix, Nietzsche señala el advenimiento de la ?época del nihilismo? cuya múltiples signos se manifiestan en ese momento desde el ejercicio de su hermenéutica crítica de la modernidad; incluso advierte que dicho huésped incómodo se ha instalado de manera decidida entre nuestras vidas, acotando la historia europea de los dos siguientes siglos. Lo que sin duda implica el proceso de decadencia en el que se ve liada la modernidad, como parte de la situación aciaga que generan los apremios de la ?muerte de Dios?. Ante dicho dictamen contundente, el filósofo errabundo establece la significación del fenómeno mediante una doble hélice: por un lado, el vacío empobrecedor que significa la llegada del nihilismo; por otro, las posibilidades que activa el problema como impulso creador para salir del laberinto del nihilismo en el que desde hace tiempo somos reclusos. Por lo cual, con la cuestión del nihilismo nos enfrentamos a un asunto urgente de saldar. Lo que proyecta Nietzsche en esta última etapa de su propuesta sediciosa es el envite jovial por la superación de la situación nihilista, mediante el impulso de transvaloración detonado por su ?filosofía dionisíaca?. Lo que se propone realizar el siguiente trabajo es una revisión de los análisis y propuestas que realiza Nietzsche de la cuestión: pues el problema del nihilismo es el centro neurálgico de la descomposición occidental, de ahí también todas sus posibilidades revitalizadoras.