La singularidad solitaria del poeta Matías Moscardi concibió un libro que en su concreción son, básicamente, dos. El primero resulta de la voluntad de dedicar a la máquina infante una obra que explique a la gente pequeña quién fue Deleuze, y la utilidad de su obra y hallazgos. El segundo es aquel que puede prescindir de esta premisa y funciona como una máquina poética de gran riqueza y dinamismo: El gran Deleuze es el gran poema del entusiasmo. Ambos libros funcionan en simultáneo, en paralelo y en serie, no desaparece el uno en el otro, y cuando finalizamos su lectura nos sentimos como después de haber transcurrido por una fiesta. ¿Y las máquinas infantes disfrutaron? A lo mejor a lo loco, por obra del poema del entusiasmo. Pero, sepámoslo, esta fiesta no es para las máquinas infantes más pequeñas, es un libro gordo con una bocha de conceptos filosóficos explicados con calidad y gracia, para leer, dialogar y elaborar en grupo, para detenerse cada dos pasos. Un libro de ida y vuelta, exigente pero entretenido, con su poema del entusiasmo que proyecta luz a sus moléculas tan ricas, y sea así un gusto volver a ellas para pensarlas otra vez.