La potencia del contenido de este libro de Mario Hernández -cuyo núcleo creador es la razón de existencia y legitimidad social de las fuentes de producción recuperadas por sus trabajadores en la Argentina-, nos lleva a algunas reflexiones que pueden ser vistas como un marco inicial de referencia conceptual. A la par y con creces este libro, claro y profundo, fundamentado y documentado con rigor, aviva sentimientos, nos compromete vivencialmente con lo que allí se dice, desde dónde se dice y cómo y para qué se dice.
Este libro nos planta de lleno frente al mundo del trabajo en su cotidianeidad explícita y en su proceso complejo para que sus sujetos puedan alcanzar la conciencia crítica, forjada duramente en un campo grupal como práctica liberadora e instituyente de la propia condición humana. Ello ocurre en tiempos tan difíciles como nefastos, con asimetrías de fuerzas negativas, y cuando buena parte de la sociedad cede, retrocede, se licúa, se opaca, se martiriza y literalmente destruye entre las manos y las lógicas de la cultura de la muerte.
Leer este libro nos impulsa a sostener que la realidad social que producimos y nos produce como sujetos alienados, puestos cabeza abajo, fuera de sí y sin mayores posibilidades de acceder al otro, puede volver a ser producida, con humanístico sentido, no desde la ilusión sino a partir de una esperanza dialéctica, planificada y materializada ladrillo tras ladrillo, sueño tras sueño.
Partiendo del ejemplo épico de las fábricas recuperadas, el autor nos muestra cómo grupos de trabajadores de distintos tipos, también de servicios, acorralados por la usura y la desesperación -grado mayor de las secuelas naturales del sistema capitalista-, superan la necesidad extrema, se ponen por encima de la línea de adaptación pasiva y entre actos que aceptan la categoría de subversivos y desesperados hacen de su salvación grupal un manifiesto explícito del bien común, para construir -cuanto menos- una alternativa concreta y posible de economía social, aún dentro de las condiciones de la época. Desde el fondo de las pasiones tristes han generado un salto de calidad dialéctica: la dignidad del sujeto social reestablecida grupalmente mediante la razón y la conciencia en lucha. Ya no son ni serán esos trabajadores lo que eran; su viaje existencial, material y diario, avanza entre las aguas de una inédita pasión de alegría.
Estamos ante una realidad cuestionada, movida, develada con hechos puntuales, si se quiere de intereses particulares, primarios en tanto acontecen como respuesta directa a necesidades elementales, tangibles a más no poder. Estamos en los terrenos de la desesperación y la angustia más que ante un deseo capaz de iluminar la profunda oscuridad del ser. Y aún así, más allá de sí y la mismidad que los nutre, terminan siendo actos absolutamente sociales. Con categoría de acontecimiento, esas tomas de fábricas de empresas múltiples, que han sido vaciadas, alejadas del valor de uso, pervertidas como valor de cambio hasta en la simbología que pudo justificar en un momento histórico su existencia como bien de producción privado, terminan cambiando la relación de fuerzas, potenciándose unas a otras. Son una red, componen un enjambre. Se origina así el fenómeno de una auténtica multiplicación dramática; el otro, el compañero ya no es ni un concepto ni una idea y menos una ajenidad. Son cuerpos, cuerpos que nos duelen; cuerpos ansiosos, sufrientes, esperanzados.
Esas fábricas recuperadas, casi siempre frente al saqueo inicial, al vaciamiento cometido por sus dueños originarios en la jungla del capital, terminan disparando una serie de consecuencias que desafían la estructura legal de la sociedad y el Estado. Nace una divisoria de aguas que compromete la lógica del poder, su razón de ser.
Todo es movimiento y disputa en la reproducción material de la existencia. Todo es lucha entre los que organizan y defienden hasta el hartazgo el apoderamiento privado de la riqueza social y entre los que son desapropiados, despojados, saqueados, excluidos a palos y palabras de su dignidad de ser, de su hacer de vida, trastocado en un hacer de muerte, cuyo rostro cotidiano y brutalmente doloroso es el crimen de la pobreza.
De una manera u otra todo lo humano puede ser contado, medido, internalizado, justificado, escamoteado, aceptado, naturalizado, concientizado y enfrentado, reproducido en la alienación o subvertido hasta la epopeya. Allí galopan la conciencia y la emoción. Allí están los grandes y los pequeños hechos de la historia. Frente a estos hechos, para registrarlos y compartirlos, para expandirlos como se expande el fuego se planta el autor del libro.
Mario Hernández tiene la formación del sociólogo y el ejercicio continuo y celebrado del periodismo. Lo mueve y desafía la historia social Argentina y Latinoamericana. Ha tomado inicialmente como materia a investigar y hacer visible desde su capacidad instrumental, el mundo de las empresas comunitarias: Grisinópoli, Río Turbio, Zanón, Brukman, General Mosconi, constituyen los primeros momentos de un corte en la historia que apasionan al autor.
Con este nuevo libro Mario Hernández da otra vuelta de tuerca sobre la temática y registra así, especialmente a partir de Zanón en la Patagonia e IMPA en Buenos Aires, inéditas consecuencias de un fenómeno social y cultural que ha dejado para siempre su huella en los múltiples pliegos de la memoria histórica de nuestro país.
Vicente Zito Lema