En este libro se defiende la idea de que las transformaciones artísticas de la modernidad nos ayudan a comprender en qué consistió el sistema que se ponía en cuestión, y a la inversa, pues es en el marco de la tradición donde adquieren sentido las revoluciones creativas de los últimos cien años. El (des)orden del arte moderno se evidencia así en unos pocos asuntos nucleares: emergencia y expansión del modo panóptico» de visión; aparición del movimiento real superando al movimiento congelado o ilusorio; atención a los distintos primitivismos como alternativas al prestigio paralizante del canon occidental; autonomía creciente del objeto real frente al ficticio, con la irrupción, más reciente, de los entes virtuales; apropiación del suelo como territorio horizontal de la creación; y finalmente, reevaluación de la noción benjaminiana del aura, que no se perdió en las sociedades actuales sino que se habría extendido a cada reproducción o a cada gesto creativo. Juan Antonio Ramírez sostiene que si la modernidad ha producido algo comparable al orden visual renacentista, vigente durante varios siglos, no parece lógico aceptar su clausura a las pocas décadas de su nacimiento.