Ajena ya a su rol de protagonista, normalizado el flujo de adrenalina de su actuación pública, pudo reparar en un hombre con la cabeza cubierta por una gorra azul que se abría paso entre la multitud. Lo vio acerarse y alzar los brazos. Muy tarde reconoció su intención. No oyó el disparo pero un calor viscoso la golpeó fuertemente en el pecho y la frente y le hizo perder el equilibrio.