La mierda debe ser enterrada y tapada; la mierda horroriza a Dios, que no puede andar por los campos si la caca está a la vista. Dios detesta la mierda porque le recuerda la impureza de su creatura, la humanidad de su obra. Ni la belleza puede deshacerse de sus residuos. El horror de la mierda habita en silencio de lo bello. No hay belleza sin su mierda, y no hay mierda que no provenga de lo bello.