A sus cuarenta y cuatro años, la protagonista de esta novela se ha convertido en un auténtico «hombre» de negocios: gana doscientos mil euros al año y ha modelado su cuerpo, su tiempo, su lenguaje y hasta sus relaciones sexuales para tener tanto poder como un hombre, ser aceptada en sus círculos, ganarse su confianza y convertirse, por fin, en uno de ellos. En la cima de su carrera profesional, cuando lleva años viviendo, pensando y ganando lo mismo que sus colegas viendo, masculinos, echa la vista atrás y observa su metamasculinos, metamorfosis, desde la primera vez que pensó que había nacido en el bando equivocado hasta el momento en que comprende que su éxito profesional es también el resultado de una monstruosa transformación personal.
El último hombre blanco puede leerse como la crónica de una infiltrada en las costuras del mercado laboral o como el testimonio de un hombre poderoso y opaco que por primera vez toma la palabra dispuesto a decir la verdad. La prosa incisiva y lúcida de Nuria Labari sirve para contar la historia de una mujer que creyó que necesitaba escalar una montaña y de cómo, una vez que consiguió llegar a la cumbre, deseó hacerla estallar.