Las prisiones de lo posible no son una descripción del estado del mundo. Tampoco nombran un intrincado y curioso problema intelectual. Son los múltiples rostros en que se despliega un mundo que se ha quedado solo. Nombran la emergencia de un problema que atraviesa la experiencia que cualquiera puede hacer hoy de la realidad: la experiencia de que todo es posible pero no podemos nada. La experiencia de que todo se puede decir pero no hay nada relevante que añadir. La experiencia de que en el horizonte sólo hay más de lo mismo, una reiterada confirmación de lo que hay. ¿Cómo es posible que en toda opción, alternativa o elección se reproduzca la obviedad de un mismo mundo?
En un momento en que nuevos discursos emancipatorios recuperan el concepto de posible («otro mundo es posible») como horizonte de esperanza, se hace urgente explorar a fondo el lugar que ocupa este concepto en nuestros discursos, en la relación que podemos mantener con la realidad, con la producción de otras realidades. Es lo que este libro se propone.
Con herramientas filosóficas, que no rehuyen la dificultad de algunos de los conceptos centrales del pensamiento occidental (necesidad, contingencia, realidad, posibilidad), analiza cómo la noción de posible ha servido, desde su origen, para organizar la realidad cambiante y hacer de ella algo pensable, justificable y transitable. Es la ley de orden de la contingencia. Dibuja la cartografía de un espacio de la elección al que no hay alternativa. ¿Cómo trazar en ella otros recorridos? ¿Cómo sabotear esa lógica confirmadora de lo posible? Estas preguntas son las que animan la segunda parte de este libro, en la que se apunta a otra lógica de lo real: la de los posibles que no se escogen,
que no prometen ni anuncian; la de los acontecimientos que no realizan una posibilidad entre otras dentro de un abanico de alternativas. Son los acontecimientos que redistribuyen lo que puede ocurrir.