"Entre los rotos nos reconocemos fácilmente. Nos atraemos y repelemos en igual medida. Conformamos un gremio triste y derrotado. Somos la aldea que se fundó junto al volcán, la ciudad que se alzó sobre terreno inestable." Una joven encuentra la colección de fotos de su hermano menor. No entiende por qué Julián decidió conservar esas imágenes. No retratan momentos particularmente alegres, por el contrario, casi todas pueden verse como la antesala de una catástrofe doméstica. Pensándolo bien, eso fue su infancia en Veracruz: la antesala y las secuelas de una catástrofe continua, la construcción minuciosa de las ruinas que son ella, su hermano y su madre. Su padre, un hombre imprevisible y violento, los lastimaba a la más arbitraria provocación. Julián, sin embargo, siempre se llevó la peor parte, por lo que en cierto momento, alzó una muralla de silencio para protegerse a sí mismo. Pero el silencio tiene la capacidad de contaminarlo todo con su propia forma de violencia. Esta novela es el intento de reconstrucción del rompecabezas o el álbum fotográfico que es toda memoria. La hermana mayor sabe que no puede contar una historia feliz a partir de estas imágenes, ¿podrá contar al menos una historia verosímil? ¿Y quién es el gran ausente en este relato, Julián o ella misma? ¿Logró escapar a tiempo del naufragio? Con una prosa impecable, tan emotiva como precisa, Entre los rotos nos recuerda que somos nuestra memoria y ésta es un caleidoscopio, que tiene mucho más de roto que de colorido.