Epitalios está tejido con una prosa poética que recorre la Ciudad de México a través de sus elementos. Su voz, en apariencia monódica, no es otra cosa que el centro desde donde se fragmentan sus partes, mismas que a la postre se comunicarán entre sí en un fractal urbano. La Ciudad de México es esa voz, el centro que nunca desaparece, es la condición de lugar total. La urbe tiene y es un estado de conciencia constante y ubicuo, y eso se manifiesta en esta obra. Como una especie de incansable dios observador, la capital sigue y dialoga con los movimientos de una mujer hija de la ciudad.