El primer presidente de origen indígena de América del Sur nació en la soledad de la Puna, en el corazón de una humilde familia de campesinos y sin poder ir a la escuela. Así de curiosa es la historia de nuestro continente: un changuito que llevaba a pastar a las llamas en los cerros, que jugaba con una pelota de trapo y que soñaba con viajar en los aviones que veía surcar el cielo de su país, se transformó con los años en dirigente sindical de los cocaleros y en la gran esperanza para millones de trabajadores y trabajadoras de Bolivia.
Desde pibito ya, Evo se acostumbró a soñar en grande. Cuando había poco para comer en casa, cuando la radio era su única compañía, cuando le costaba comprender a su maestra porque sólo hablaba aymara, Evo sabía que si encaraba fuerte a la vida (como lo hacía cuando jugaba a la pelota), un futuro más digno esperaba por él y por todos sus compatriotas. Así que, muy de a poco, mientras trabajaba en mil oficios para ganarse el pan, conoció bien de cerca la pobreza y la injusticia, descubrió que la única salida para los campesinos era hacer oír sus voces, sus reclamos, sus necesidades. Y casi sin querer, su voz se fue escuchando cada vez más fuerte en todo el país. Esta es la historia de Evo Morales, hoy presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Esta es la historia de un changuito aymara del altiplano, de un apasionado por el fútbol, de un incansable defensor de los derechos de los pobres. Te invitamos a descubrirla