La autora se acerca al trabajo creativo de tres mujeres videastas mexicanas que han marcado importantes pautas en sus áreas de interés que van desde el documental hasta la ficción y el videopoema; es un esfuerzo por recuperar la historia del video feminista realizado en México a partir de la última década del siglo XX. Pech se establece como una bisagra entre las obras de las tres videastas con las que dialoga y un público que, aunque las conozca, no necesariamente las ha enfocado desde una perspectiva feminista. Participa así en la descarnada lucha por el control de la mirada que se libra hoy en el espacio de lo visual, donde las formas culturales transnacionalizadas presionan por establecer una estandarización estética e ideológica, privilegiando ciertos puntos de vista. Se trata de una lucha cuya desigualdad es patente desde el título del libro, la metáfora de la fantasmagoría refiere según la autora a una presencia evanescente cuya naturaleza hace difícil el enfrentamiento; es, sin embargo, una dificultad compartida que permite la ocupación de múltiples puntos ciegos los que entre ellos encuentran estas videastas e imposibilita el dominio de una sola perspectiva.