Quien haya leído atentamente nuestro título sin duda que evocará el de esa obra cumbre de la Filosofía que es la Fenomenología del Espíritu de Hegel. No queremos decir que Hegel descuide el "nosotros", sino que en algún sentido lo "deduce" en la experiencia, o lo supone como el "nosotros fenomenológico", que sabe la lógica necesaria de todo el proyecto, que es "ciencia de la experiencia de la conciencia". Para Hegel el "nosotros" no es el punto de partida, sino que aparece en el desdoblamiento de la conciencia teórica (en tanto yo-entendimiento) como autoconciencia, para saberse finalmente razón, que se manifiesta como realización histórica de esa razón, lo que Hegel llama "espíritu", en la sustancialidad inmediata de la eticidad. El problema radica en la arbitraria universalización del yo que produce el lenguaje al comienzo mismo del itinerario fenomenológico como lo presenta Hegel. Frente a este carácter secundario de la experiencia del nosotros, oponemos en el presente trabajo, como inmediata e irreductible, la experiencia ético-mítica, que se da como nosotros. Y entonces surge la pregunta por el despliegue de esta experiencia. Pueblo es, pues, la primera forma de la sabiduría. Es decir, la primera forma de definir una relación comunitaria, ético-mítica, con aquello de lo cual se proviene, simplemente porque se "está". Y la proveniencia es, para un pueblo, de la tierra, y no de la naturaleza, como es el caso de la conciencia-ciencia. Y la oposición nos pareció fecunda: a la ciencia de la experiencia de la conciencia enfrentaríamos una sabiduría de la experiencia de los pueblos. En realidad, se trataba de ver qué pasaba pensando desde el nosotros y no desde el yo, estando en la tierra y no siendo lo enfrentado a la naturaleza.