Si lo mismo piensa el centro que la periferia, acaso el centro mismo sea mejor conocido desde el arrabal, que va hasta él y vuelve a sí mismo, y los conoce a ambos, que la periferia desde esos grandes centros cada vez más provincianos que de ella, que desde un punto de vista superior también es centro, pues el centro está en ninguna y en todas partes, no ven ya sino sus propias y, las más de las veces, no poco narcisistas construcciones. Y es que el centro no alcanza su más profunda y auténtica centralidad sino cuando cobra consciencia de su condición periférica, lo mismo que la periferia no se alcanza a sí misma sino en la medida en la que se sabe, a pesar de su condición de periferia, un verdadero centro. Unos y otros, aquí y allá, debemos aprender a ver en el otro a nuestro semejante, de verdad, y en éste a un ser cuya mirada es capaz de encontrarse en la nuestra, y no a ese espejo duro e impenetrable que no hace más que devolvernos el complejo, de superioridad de inferioridad, lo mismo da, que acaso tengamos con respecto a nosotros mismos.