MARTIN E. DIAZ / CARLOS PESCADER / ALEJANDRO ROSILLO MARTÍNEZ
El despliegue de la modernidad eurocéntrica produjo una paradoja. La emancipación que prometió y que se experimentó en algunos niveles: ético, cognoscitivo, político y socioeconómico en las regiones occidentales de Europa y en beneficio de algunos sectores sociales, encubrió la dominación de otros sectores sociales en los niveles material y de género dentro de la misma Europa, así como ocultó una dominación de carácter étnico-racial, cultural y territorial en las regiones configuradas como periféricas durante el desarrollo del colonialismo. La expansión ultramarina europea y la Conquista de América permitieron la emergencia de un patrón moderno/colonial de poder/saber sobre la base del dominio y la exclusión. El ego conqueror tal como lo ha caracterizado Enrique Dussel constituyó la exterioridad de lo no europeo desde la experiencia del dominador en términos de una Otredad denegada. Desde este ejercicio colonial los pueblos originarios de nuestro continente, al igual que pueblos africanos y asiáticos fueron construidos como minusválidos, incivilizados e incapaces morales, de conocimiento e incluso de autogobierno y por eso mismo pasibles de ser dominados, explotados, excluidos o exterminados. El desarrollo histórico de la modernidad eurocentrada forjó así un proceso de jerarquización epistémica, étnico, racial, sexual y de género, el cual permitió en lo que hace a la esfera del saber la autopostulación de la supuesta supremacía epistemológica y ontológica contenida en la racionalidad moderno occidental y, en su reverso, la sanción de las formas de conocimiento y registros culturales no-occidentales como heréticos, primitivos y atrasados.
El ego cogito formulado en el siglo XVII por René Descartes, y precedido un siglo y medio por el dominio del ego conqueror, fijó una especie de comienzo epistémico desde la nada como si todo empezara a ser nombrado por primera vez, estableciendo con ello un punto cero de observación según las afirmaciones de Santiago Castro-Gómez. La escisión alma/cuerpo que promovió ese ego cogito fundó una racionalidad descorporeizada y desmaterializada: sin ninguna referencia sexual, étnica, espiritual o lingüística, sin pertenencia social, ni localización espacial. El observador que ostentó esa racionalidad se configuró como un enunciador universal de enunciados universales, abstractos y cosmopolitas, que dominó, subalternizó o excluyó a los otros saberes no sistematizados ni disciplinados a la manera europea. Así, la violencia material y simbólica que el poder colonial aplicó de manera demencial sobre los cuerpos deshumanizados y sobre los saberes no-occidentales, fue acompañada de una visión eurocéntrica del mundo en la cual el Occidente hegemónico será representado tanto como el centro de una historia universal, como el locus de enunciación de un conocimiento objetivo, universal y rector de la humanidad.