Si bien en la actualidad a todo aquel dispuesto a llevar a cabo actos violentos para protestar por el orden de cosas existentes se le califica, casi universalmente, de terrorista, hace apenas medio siglo la figura del guerrillero era el símbolo por autonomasia de la lucha para la transformación de la sociedad por la vía armada. Más allá de su éxito específico para tomar el poder en Cuba, la revolución del Che y de Fidel sirvió de inspiración para cientos de movimientos a lo largo y ancho del mundo, la enorme mayoría de los cuales no consiguió su objetivo último. Sin embargo, como muestra todavía la resistencia zapatista en el sureste mexicano, el poder simbólico en el imaginario colectivo puede trascender ampliamente el impacto concreto de la lucha armada. En este libro clásico sobre el fenómeno de las guerrillas, Jon Lee Anderson aborda con su habitual minuciosidad y claridad uno de los fenómenos cruciales para comprender la historia de la segunda mitad del siglo XX. Para realizarlo, viajó para conocer in situ y de primera mano las realidades de los muyahidines de Afganistán, el FMLN de El Salvador, el Ejército de Liberación Nacional Karen de Birmania, el Frente Polisario del Sáhara Occidental y células palestinas que luchaban contra Israel en la Franja de Gaza. Independientemente de la suerte experimentada por los distintos movimientos guerrilleros, el aliento que recorre su investigación es «comprender qué es lo que motiva a la gente común para ir a la guerra, para tomar la decisión consciente de matar o morir por un ideal que existe, al menos al comienzo, tras sólo en sus cabezas. Me pareció que el primer paso era el crucial, pues implicaba el cruce de una línea invisible, hacia un territorio en donde la muerte, y no la vida, era la principal certidumbre».