«Fui anoréxica, drogadicta, celópata. Aborté una vez y abortaré por segunda, a pesar de haberme prometido no volver a hacerlo. Correspondí violencia física y sentí placer en el desquite. Empecé peleas por la necesidad de movimiento. Sospeché la homosexualidad de una pareja que luego, para castigarme, me hizo dormir en una tina; continué la relación a pesar del odio».
La escritura de María Pía Escobar emana hasta el desborde de las formas. Entonces todo se vuelve arbitrario y, a su vez, indivisible: el deseo y la autodestrucción, el odio y la ternura, el placer y el asco. En esa dualidad universal que se asume como búsqueda de equilibrio se posiciona la narradora de Ida para crear un inventario personal, que es a su vez emulsión de sensibilidad contemporánea: radicalmente graciosa, demoledoramente trágica.