Definir es poner límites. Prender un cerillo en la habitación más oscura para reconocer sus dimensiones, sin que la luz escape por la puerta. Zanjar discusiones viejas y despejar las nubes grises. Pero también es buscar: encontrar las palabras concretas. Titubear para responder: ¿Qué es? ¿Por qué? ¿Para qué?
Ida es precisamente eso: meter la mano en una laguna negra para agarrar un pez. Y la necesidad de descubrir lo que nos configura, quiénes somos, qué pensamos, cómo sentimos, es la brújula que guía a María Pía y a su escritura en la confección de este pequeño repertorio personal de voces que dialogan, gritan, aúllan, muerden, en los bordes difusos de la vida para tratar de comprenderla.
Una búsqueda y el reconocimiento de la imposible definición. Un pequeño cajón semántico un diccionario privado repleto de contradicciones y deslices, pero también de confesiones honestas y momentos tiernos, que toma pedazos del mundo para revelarnos de a poco los ojos con que lo mira.