Pisando las fronteras de la crítica y la ficción llega Iris Play: una fundamentalista literaria de tomo y lomo, cínica y mentirosa, sin culpas ni vergüenza. Tiene alguna corporeidad de personaje (una madre, un marido, algún amante y numerosos trabajos) pero es más que nada un discurso efervescente, una catarsis a partir de una enfermedad que su admirado Vila-Matas señaló hace tiempo: el mal de la literatura.
Iris Play a pesar de ser dolorosamente uruguaya no histeriquea ni debate; cuando trabaja no tiene tiempo y cuando no trabaja no tiene ganas. Incomprendida e inadaptada, le queda el universo ilimitado de la notebook para salir a buscar con qué entretenerse y a quién golpear: autores, libros, redes de ligue, información. No es una chica del todo mala. Ama la literatura y sobre todo a los escritores muertos que la acompañan más que los vivos, unos desconsiderados, egoístas y pretenciosos que no pueden acompañarse más que a sí mismos. Igual que ella, que se ama, narcisista, como todos los críticos. Aunque en el fondo sea una provocadora de corazón sensible, escudada en el humor y el ingenio verbal. Un pichón asustado, también, como todos los críticos.
¿Alter ego de la autora? Preguntarle a ella. Lo que empezó siendo una serie de disparatadas notas mensuales escritas para Revista BLa se convirtió en esta ácida, inteligente y actual tragicomedia de Mercedes Estramil.