La autora se enfrenta, noche tras noche y a golpe de verso, contra un testarudo sentimiento de no pertenencia. Ni espacial. Ni temporal. ¿Se puede tener jet lag sin viajar largas distancias en avión? Este poemario, escrito a la vuelta de un lugar concreto y bajo la luz negra del desvelo, reconoce, precisamente, aquello que vivimos a destiempo, el desplazamiento al que se ven sometidos los que les prometieron todo: el amor, la estabilidad, la felicidad, y a cambio vivieron el desengaño brutal de los regresos a ninguna parte.