¿Qué palabras elegimos para definirnos? ¿A qué responde esta selección? ¿Cuáles son propias y cuáles impuestas? Son preguntas a las que recurren, para construirse, la identidad y la poesía.
Este libro comienza con una intuición en la punta de la lengua, es decir, desde el cuerpo y el instrumento de la palabra. Es un poemario que apela a la experiencia corporal, a pesar de que el cuerpo camina a un compás distinto, y en esta tensión, Zel Cabrera, encuentra en el verso un artefacto para buscarse.
A Cabrera no le bastan las palabras problema, enfermedad, parálisis, emprende una indagación íntima y dolorosa en su historia biográfica (e incluso, clínica) rastreando huellas, indicios, explicaciones pocas veces paliativas. Nunca para huir del presente, sino para hallarse consigo misma. ¿Hasta dónde se deja uno definir por las dolencias del cuerpo? ¿Hasta qué punto, por sus limitaciones? Soy algo que todavía duele
./soy una falla de origen, sentencia.
La arista que no se toca es un poemario de belleza sutil y equilibrada, un recorrido por un cuerpo desobediente y de expectativas rotas, cuyo punto de apoyo para elevarse es, paradójicamente, la hondura de lo humano.
Orlando Mondragón