Este libro de Kyra Galván, terminado durante el enclaustramiento de la pandemia, representa un viaje al pasado, un vislumbramiento al futuro y una inmersión interior. La cuestión palpitante es la poesía que yace presa en un armario metafórico donde se guardan los recuerdos, los ancestros, las obsesiones, los miedos, los viajes y los espejos donde nos miramos. Esos espejos que se han convertido en pequeñas cámaras que nos vigilan, pero que a la vez nos comunican, que nos permiten remontar el quiebre de la
presencia humana, el calor del tacto, o la sonrisa cómplice. Hemos tenido que emprender nuevas cruzadas para alcanzar los puentes que nos separan y nos unen simultáneamente. Hemos tenido que enfrentar nuestras sombras, las que nos acechan en la oscuridad cuando hacemos un alto y respiramos. Nos hemos cuestionado la dirección en la que viajamos y sobre nuestros amores y desamores.
También sobre las herencias que pesan sobre nosotros, cómo nos han determinado y cómo podemos transformarnos a través de la escritura; de las cosas terribles de las que no hablamos y que suceden en nuestra tierra y sobre nuestros recuerdos más cercanos,
que guardamos en cajones perfumados y a veces, añoramos.
La poesía, como nos dice la autora: se niega a morir, renace entre el azogue del espejo, entre el talco de ensueños y el veneno añejo del porvenir.