La historia del pensamiento se encuentra indefectiblemente articulada a una visión sin cuerpo; saber es fundamentalmente saber ver con el ojo del alma. Desde Platón en adelante, se ha favorecido una mirada que oblitera la materialidad tanto del propio cuerpo, como de aquel con el que se piensa (la página), dando lugar a una idea del pensar autotélica y cerebralista. La materia, signada bajo lo femenino, no sería sino un pensamiento bastardo, al decir de Platón, sobre el que acontece la penetración de la idea, de signo propiamente masculino y objetivo del pensamiento.
La Ilustración, también llamada Iluminismo, vendría a fortalecer esta jerarquía genérica inmaterial, enalteciendo aún más la visión y sus metáforas (luz, claridad, blanco, etc.). La mirada disyecta. Corpoficción aventura intervenir, desde el propio cuerpo de su autor, la metafísica del sedimentado discurso intelectual, resaltando la potencia de miradas defectuosas, disyectas (miopías, ambliopías, retinoblastomas, etc.). Para ello, se recurre a la lectura de ficciones literarias latinoamericanas a fin de mostrar, por un lado, lo que implica la rectitud de la visión masculina, y su dislocación a partir del trabajo de un conjunto de escritoras (Halfon, Nettel, Gerber, Meruane, entre otras) que muestran la potencia que se aloja en cuerpos y ojos enfermos que ven de otros modos.
Organizado en 5 capítulos, el primero relee La invención de Morel, epítome de la lógica cosificadora de la mirada recta, mientras el último, a partir de La pasión según G.H., muestra la importancia de no respetar la mirada perspectivista, que matematiza el espacio visual, a fin de controlarlo. Clarice Lispector imagina una mirada que no responde a la cartografía de la mirada masculina. Los capítulos 2 y 4 se encargan de evidenciar la materia corporal (el autor y la página) sobre la que el propio libro es elaborado, primero con un ensayo visual montado sobre la ficha médica del niño que fue su autor, y luego historiando la página, sus materias (cuero, pulpa, etc.) y sus formas. El tercer ensayo teje una historia en tercera persona de un cáncer de ojo de un personaje llamado simplemente r, junto a fragmentos dedicados a repensar la relación entre mirada y clínica. El libro en su conjunto aventura por formas materiales y no capacitistas del pensamiento, por lo que también es una invitación a reimaginar la crítica y sus escrituras.